Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100118
Legislatura: 1886
Sesión: 23 de noviembre de 1886
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Discurso.
Número y páginas del Diario de Sesiones: 59, 1156-1158.
Tema: Conducta política del Gobierno durante el interregno parlamentario.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros (Sagasta): Señores Senadores, me levanto muy especialmente a dar las gracias a mi antiguo y distinguido amigo el Sr. Camacho por las declaraciones que se ha servido hacer ante este alto Cuerpo Colegislador, y por haber confirmado mis palabras con la sinceridad y franqueza que ha visto el Senado.

Pero si el Sr. Camacho ha confirmado todas las palabras que yo tuve la honra de pronunciar para explicar la crisis que a su salida del Ministerio se refiere, yo también estoy en el deber de confirmar las suyas, porque son de todo punto exactas.

No tengo que quitar ni poner una sola coma a la explicación correcta y leal que acaba de oír el Senado, respecto de la crisis ministerial ocurrida por la salida de S.S. del Ministerio de Hacienda. Es verdad que el Sr. Camacho no quería formar parte del Ministerio; es verdad que cuantas veces le hablé respecto al Ministerio de Hacienda, porque yo siempre he querido contar con su cooperación para desempeñar ese importantísimo departamento, siempre me había puesto grandísimas dificultades, y todavía le tengo que agradecer otra cosa, y es, que añadía, ?no pienso volver al Ministerio de Hacienda, y únicamente volvería con Vd., con ningún otro más que con Vd.; pero ni aun con Vd. puedo volver ahora al Ministerio de Hacienda?; declaración que le agradecí yo en el alma, y que me obligaba todavía más para el Ministerio de Hacienda, en los Ministerios que yo tuviese la honra de presidir, fuera desempeñado por el Sr. Camacho.

Pero ocurre la catástrofe que todos lamentamos, y entonces, el Sr. Camacho, con una abnegación y con un patriotismo que nunca serán bastantemente alabados, varió de concepto, porque no pensaba ocupar ya más el Ministerio de Hacienda, y en aquel momento, en vista de aquella inmensa desgracia, dijo: ?aquí estoy, pero no puedo entrar en el Ministerio de Hacienda sin ciertas condiciones?; y las condiciones son exactamente las mismas que ha manifestado su señoría ante el Senado.

Lo esencial era que el departamento de Hacienda se había de regir independientemente de la política, es decir, que no había de influir la política en la gestión de la Hacienda pública.

Yo no tuve inconveniente en aceptar esa condición, porque, aparte de otras consideraciones, está también en mis ideas, que no puede haber buena Hacienda pública si en ella ha de influir de cierto modo la política. Lejos, pues, de contrariarme la condición impuesta por el Sr. Camacho, favorecía, por el contrario, mis planes, favorecía mis ideas y favorecía mi sistema, porque mi opinión en este punto es la misma opinión del Sr. Camacho, y, en efecto, en cuanto es posible, porque en absoluto, señores, es muy fácil decir que debe ser la Hacienda independiente de la política; pero en lo posible me parece que el Sr. Camacho no debe estar quejoso de sus compañeros, porque hicimos todo lo posible para no ofrecerle obstáculo ninguno que con la política se relacionase, para la gestión de la Hacienda pública.

Y así marchábamos, siempre con las dificultades que ofrece el desempeño de tan importante departamento, porque, al fin y al cabo, en relación está con otros que tienen también sus exigencias, que tienen también sus necesidades ineludibles, y que sin que la política intervenga para nada, ofrecen muchas veces dificultades, fáciles de recordar. Pueden surgir las siguientes dificultades: el Sr. Ministro de Hacienda, que procura, como es consiguiente, la buena gestión de la Hacienda pública, que procura, y es natural que lo haga, el deshago del Tesoro público, puede tener rozamientos muchas veces con la hacienda municipal, que depende de otro departamento; puede en ocasiones rozarse la situación del Tesoro público con la situación del tesoro de los Ayuntamientos, ya sí, por el estilo, cabe que surjan otra porción de complicaciones que pueden existir entre los diversos departamentos y que no tienen nada que ver con la política.

Pues bien; todas estas dificultades se fueron resolviendo, tratando de armonizar la satisfacción de necesidades tan complejas y diversas: las necesidades de la marina y del ejército con las del mismo Tesoro, o sea las exigencias de otros departamentos con los deberes y apremios del Tesoro público. En ese punto no hubo dificultades que no fueran superadas, no solo por los buenos deseos de los Ministros que desempeñaban los otros departamentos, sino también por la laboriosidad, la abnegación y el patriotismo del Sr. Ministro de Hacienda. Pero llegó la cuestión de desamortización, es decir, de la realización, de la conclusión de la desamortización, y en esto tampoco [1156] hubo dificultad en el principio, porque bajo el punto de vista del principio, todos estábamos de acuerdo, lo mismo el Sr. Ministro de Hacienda que todos los demás Ministros y que el Presidente del Consejo de Ministros. Pero señores, se trataba de expedientes que desde hacía quince años no había tocado nadie, que estaban arrinconados en el Ministerio de Hacienda, y sobre los cuales no se había adoptado resolución ninguna durante este lapso de tiempo.

Los pueblos habían experimentado muchas trasformaciones, se habían visto muchas necesidades, habían apelado, a consecuencia de éstas, a esos recursos que estaban comprendidos en los expedientes del Ministerio de Hacienda. Pues bien; cuando supieron que los expedientes que no se habían resuelto en quince años se iban a resolver, y que afectaban a la riqueza municipal de que están en posesión, los pueblos se asustaron y creyeron que de ahí les iba a venir la ruina, y acudieron de todas partes al Gobierno. Pero ¿acudieron diciendo que no se desamortizara? No; pidieron nada más que un plazo para que aquellos pueblos que durante esos quince años no habían hecho las reclamaciones debidas, pudieran hacerlas en este tiempo, y aún para que si en algún expediente faltaran documentos, como faltaban muchos, pudiesen completarlos. Y aquí vino la reclamación de casi todos los pueblos, sobre todo de las Castillas, pero también de otros muchos pueblos de España.

Acudieron al Gobierno, y se formó una Comisión que gestionara cerca del Gobierno la concesión de este plazo y que los pueblos pedían, y la Comisión se acercó al Presidente del Consejo, como se acercó también al Sr. Ministro de Hacienda. Y prueba (y esto es más bien una indicación que hago al Sr. Rojo Arias, que es muy impaciente, porque hablando el Sr. Camacho ha dicho: ?¿y el compromiso que adquirió de no mezclar la política con la Hacienda??) prueba de que no se trataba de una cuestión política, por lo mismo que en ella estaban representadas todas las opiniones políticas del país (El Sr. Rojo Arias: Pido la palabra para rectificar), porque en esa Comisión figuraban desde el Sr. Moyano, digno Senador, hasta el Sr. Azcárate, digno Diputado. No era, pues, una cuestión política, era una cuestión administrativa, de dificultades propias de esta clase. Así es que dije a esa Comisión: yo, en esto, como en todo lo que a la Hacienda se refiere, estoy a las órdenes del Sr. Ministro de Hacienda; pero si Vds. no me piden más que un plazo de dos meses y al cabo de dos meses la cuestión se ha de despachar, yo influiré con el Ministro de Hacienda para que ceda a los deseos de Vds., que son los deseoso de los pueblos; pero a condición de que luego no pongan dificultades.

En este concepto fueron al Sr. Ministro de Hacienda, y atendida la contestación (que estuvo en su derecho al dársela, porque el cumplimiento de la ley era lo que el Ministerio de Hacienda quería), en vista de la contestación que el Sr. Ministro de Hacienda se sirvió dar, repito, en uso de su derecho, esa Comisión de Diputados y Senadores de los diversos partidos de España, formuló una proposición que yo rechacé desde el primer momento, porque realmente censuraba una medida del Ministro de Hacienda, cuya censura yo no podía consentir. Así se lo dije y trabajé con ellos para que la retiraran, pero dijeron que necesitaban presentarla, siquiera para dar alguna esperanza y algún consuelo a los pueblos que habían acudido a ellos, pero que la retirarían y en atención a esto no creí que debía esforzar mis argumentos ni dirigirles ningún ataque en el Parlamento, una vez que me habían dicho que la retirarían, por más que se creyesen en el caso de dar aquella satisfacción que los pueblos necesitaban para que supieran que ellos, los Diputados y Senadores, cumplían con su deber.

Esto contrariaba, en efecto, los planes del Ministerio de Hacienda, el cual encontraba en ello dificultades que él no debía consentir, y que no consintió, porque al fin y al cabo el Ministro de Hacienda no tiene que cuidar más que de la Hacienda, y más dadas las condiciones de independencia, digámoslo así, con que entró en el Ministerio; pero si el Presidente del Consejo de Ministros tiene que cuidar, no solo del departamento de Hacienda, sino de los demás departamentos, y además, tiene que cuidar de las Cámaras y tiene que cuidar de todo aquello que con la Presidencia del Consejo de Ministros se relaciona, porque el Sr. Ministro de Hacienda, dirigiendo bien su departamento, puede precisamente, por esa buena dirección, motivar rozamientos para los demás Ministerios, rozamientos que el Presidente del Consejo de Ministros debe suavizar, y puede también tener dificultades para la Representación nacional, para el Congreso y para el Senado, que el Presidente del Consejo de Ministros, en cumplimiento de su deber, está llamado a resolver con el mayor acierto posible. Por esta razón el Presidente del Consejo de Ministros procuraba conciliar los deberes del Sr. Ministro de Hacienda, que soy el primero en reconocer, con la satisfacción que pedían los pueblos, con las necesidades de los pueblos, con las aspiraciones de los Diputados y Senadores, no solo de los que apoyan al Gobierno, sino de los Diputados y Senadores adversarios al mismo. Era, pues, ésta una cuestión esencialmente administrativa, pero difícil.

El Sr. Camacho creyó que en esto encontraba dificultades para su marcha en el Ministerio de Hacienda, me las expuso, y le dije francamente: ?yo quisiera que llevara Vd. la cuestión de este modo; no que prescinda Vd. del principio, sino que en lugar de empezar a realizarlo ahora, empiece Vd. a realizarlo dentro de dos meses, dando el plazo a los pueblos para que presenten sus reclamaciones. Si son justas, se atienden, y si no lo son, no?. Yo no pedía más espera que la de dos meses. El Sr. Camacho me dijo que no podía, y yo le contesté: ?si no puede Vd., que los pueblos se queden sin ese plazo?. Entonces a la Comisión que vino a verme, desahuciada ya por el señor Ministro de Hacienda, le dije terminantemente: ?Sres. Diputados y Senadores; yo no puedo menos de seguir al Sr. Ministro de Hacienda, porque el Sr. Ministro de Hacienda en este caso representa el cumplimiento de la ley. Lo que Vds. me piden es una gracia; yo he hecho todo lo que he podido para que esa gracia sea otorgada; pero ya que no la otorga el Sr. Ministro de Hacienda, sujétense Vds. y sométanse a la justificación y a la rectitud de dicho Sr. Ministro. Yo no puedo hacer más por Vds.?.

Yo, claro está que he de hacer justicia a la situación del Sr. Ministro de Hacienda, porque la cuestión estaba relacionada con sus planes, y de la misma manera que ha hecho justicia a las dudas que expresé [1157] y a mi deseo de complacer a los pueblos, de la misma manera hago justicia a su difícil situación, porque, sin ser esta cuestión resuelta, no podía continuar con sus planes de la manera enérgica con que deseaba continuar. Así es que, cuando tuvimos la conferencia a que se ha referido el Sr. Camacho, y que ciertamente fue muy cariñosa, aunque para mí desagradabilísima por el resultado final, porque saqué la convicción de que el Sr. Camacho insistía en dejar el Ministerio, en esta conferencia, el Sr. Camacho me expuso estas dificultades, y yo le dije: ?Pues Sr. Camacho, siento que Vd. no ceda, porque no puede ceder, pero si Vd. no cede, sostendremos juntos el plan de Vd. Que habrá dificultades por parte de otros compañeros, pues venceremos esas dificultades, porque lo que yo quiero es que Vd. continúe al frente del departamento de Hacienda?.

El Sr. Camacho tuvo con su amigo y Presidente del Consejo de Ministros consideraciones que yo mismo no quería tener con el Presidente del Consejo de Ministros, porque yo pretendía resolver aquellas dificultades teniendo la esperanza de que había de resolverlas; pero el Sr. Camacho entonces adoptó la resolución irrevocable de su salida del Ministerio para dejarme en una situación más libre y más desembarazada.

Ésta es la historia, ni más ni menos, de lo que ha pasado, pero me convenía, por la interrupción del Sr. Rojo Arias, demostrar que aquí la política no ha influido en nada absolutamente.

Con esto, y con volver a repetir al Sr. Camacho las más expresivas gracias por la deferencia con que me ha tratado y, además, por haber confirmado mis palabras, me siento. [1158]



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